En una de esas noches que parecen sacadas de un guion de película, el Real Madrid demostró, una vez más, que la resiliencia y el gen competitivo son parte de su ADN. Enfrentándose a un Valencia inspirado, que no solo se adelantó en el marcador, sino que jugó con ventaja numérica desde el minuto 79, los blancos lograron lo impensable: remontar y consolidarse como líderes de LaLiga.
El ambiente en Mestalla era una olla a presión. Los cánticos resonaban con fuerza, especialmente dirigidos a Vinicius, convertido en el villano favorito de la afición local. El Valencia golpeó primero con un gol de Hugo Duro en el minuto 27, aprovechando un rechace que dejó a Courtois sin opciones. El Madrid se encontraba a contracorriente, luchando contra un rival sólido y contra sus propios errores en ataque.
La expulsión de Vinicius en el tramo final del partido parecía la sentencia, pero fue el punto de inflexión. Carlo Ancelotti, en un movimiento estratégico brillante, introdujo a Luka Modric, el hombre de hielo, que con un remate quirúrgico en el minuto 85 igualó el marcador tras una asistencia magistral de Jude Bellingham.
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Y cuando todo apuntaba a un empate, llegó el momento cumbre. En el tiempo añadido, un error en la salida del Valencia permitió a Bellingham sellar la remontada con un gol que dejó al estadio en silencio. Los blancos, con 10 jugadores, celebraban una victoria que trasciende lo deportivo y refuerza su posición como aspirante al título.
