Innsbruck, Austria. Un cielo gris cubría el Tivoli Stadion, como si supiera que aquel no era un amistoso cualquiera. No hubo trofeo Bernabéu, ni giras por Asia o América; el Real Madrid había cambiado los focos de los estadios abarrotados por un ensayo silencioso, frente a un rival inesperado: el WSG Tirol, líder de la Bundesliga austríaca tras dos jornadas, pero de un nivel muy distinto al coloso blanco.
Xabi Alonso, serio, gesticulando y alzando la voz como si se tratara de una final, sabía que este partido era una oportunidad única para ajustar engranajes antes de debutar en LaLiga frente a Osasuna. En ese mismo césped, recordaba Marca, España inició el camino hacia la gloria de la Euro 2008.
El encuentro tuvo dos protagonistas claros: Kylian Mbappé y Arda Güler. El francés, hambriento de gol, firmó un doblete y dejó una asistencia a Rodrygo para el 0-4 final. El turco, en cambio, jugó como un artista: regaló un pase de gol, estrelló dos balones en el travesaño y dejó destellos técnicos que hacen pensar que el futuro pasa por sus botas.
El marcador se abrió al minuto 10 con un cabezazo de Éder Militao tras un centro de Brahim Díaz, que se entendió a la perfección con Güler. Apenas dos minutos después, Arda asistió a Mbappé, quien giró y definió con la precisión de un francotirador. El libreto de Xabi era claro: presión inmediata tras pérdida, con Vinicius y Ceballos activando la recuperación alta.
En la segunda mitad, el Madrid mostró su versatilidad táctica: del 4-3-3 a una línea de tres centrales, sello característico del Xabi entrenador. Mbappé volvió a marcar tras driblar al portero rival y Rodrygo cerró la cuenta desde un ángulo imposible.
El amistoso dejó pocas dudas: sin la parafernalia habitual, el Madrid afinó su maquinaria en silencio. Como en las películas donde la calma antes de la tormenta es apenas el preludio… Osasuna lo sabrá en siete días.