El día que el Sevilla descifró al Barça de Flick

El día que el Sevilla descifró al Barça de Flick

En el Ramón Sánchez-Pizjuán, el Barcelona se asomó al espejo y no le gustó lo que vio. El Sevilla de Matías Almeyda no solo ganó: desnudó un sistema que parecía intocable. Con un plan táctico quirúrgico, el argentino desarticuló la famosa línea adelantada de Flick, dejando al Barça expuesto, roto y lleno de dudas.

La historia comenzó con un penalti polémico. Ronald Araújo, que aún no alcanza el nivel que exige la élite azulgrana, derribó a Isaac Romero en una acción revisada por el VAR. El uruguayo protestó, pero la decisión fue clara. Alexis Sánchez, con la serenidad de los veteranos, marcó el primero y encendió al Pizjuán. Según datos de BeSoccer, el chileno extendió la racha sevillista a 19 penaltis consecutivos marcados ante el Barcelona — la última vez que fallaron fue en 1961—.

Rashford, empató justo antes del descanso, un destello en la oscuridad. Era su séptimo partido consecutivo participando en gol o asistencia, igualando su mejor registro en clubes. Pero el espejismo duró poco. En la reanudación, el Barça se derrumbó.

El Sevilla, intenso, solidario y valiente, castigó cada error. La defensa culé, sin Iñigo Martínez, se convirtió en un desorden que Almeyda aprovechó con precisión quirúrgica. El argentino leyó el partido como un estratega de ajedrez: cerró los espacios a Pedri, anuló la salida de balón y empujó a los suyos a presionar hasta asfixiar.

Lewankowski tuvo el empate en sus botas desde el punto de penalti, pero el balón se marchó fuera. Fue su tercer penalti fallado como jugador del Barcelona, tras errar ante el Almería y el Villarreal. Ningún portero lo ha detenido: él mismo los ha desperdiciado.

Con el 4-1 final, el marcador no solo reflejó una goleada. Reflejó una fractura. Dos derrotas seguidas, un sistema que hace agua y un equipo que perdió el liderato justo antes del Clásico. Flick lo sabe: su mayor apuesta —la presión alta— se ha convertido en su mayor debilidad.

Lejos del ruido del VAR y de los atenuantes médicos, el Barça muestra síntomas de fragilidad. Sin Lamine Yamal ni Raphinha, el ataque se apaga. Y mientras los fantasmas de la inconsistencia se asoman, el rostro de Flick lo dice todo: preocupación.