La firma del líder no tiembla en la recta final.
En un escenario donde los fantasmas del desgaste físico y emocional amenazan con derrumbar imperios, el Liverpool volvió a demostrar por qué está hecho para la gloria. Esta vez, no fue Salah ni Alisson, tampoco fue una obra maestra colectiva. Fue Virgil van Dijk, el centinela, quien rescató a los ‘Reds’ del abismo y los acercó, con paso firme, a su vigésimo título de liga.
Luis Díaz había abierto el marcador con su gol número 15 de la temporada, tras una jugada que parecía un viaje al pasado: Mohamed Salah, aún sin reencontrarse con el gol, fue el arquitecto de una asistencia quirúrgica que rompió la defensa de West Ham. El egipcio, quien días antes renovó con el club hasta 2027, no ha tenido la mejor racha goleadora, pero sigue escribiendo historia: con esa jugada, se convirtió en el jugador con más goles o asistencias en una temporada de 38 partidos (45 en total).
¡Gol de Luis Díaz! ⚽️🔥 Pase quirúrgico de tres dedos de Salah. Lucho solamente se encarga de mandar el balón al fondo de las redes.
— Nayib MF (@NayibMF) April 13, 2025
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Pero el guion del partido tenía tintes de tragedia griega. Andy Robertson, uno de los pilares defensivos, marcó en propia puerta a falta de cuatro minutos para el final, tras un desliz compartido con Van Dijk. El empate encendió las alarmas: West Ham, urgido por el descenso, se creció. Y Liverpool, fatigado y sin ideas, parecía desplomarse.
Entonces apareció el capitán. Solo tres minutos después del autogol, Van Dijk se elevó entre una maraña de piernas y cabeceó con furia un córner servido por Alexis Mac Allister. Un gesto, un beso al escudo, y un mensaje: aquí no se rinde nadie.
Con seis partidos por jugar, los de Arne Slot lideran la tabla con 13 puntos de ventaja. Si vencen a Leicester y Arsenal tropieza con Ipswich, el título podría sellarse el próximo domingo.
Aún queda drama, pero lo que no falta es carácter. Porque cuando el fútbol se vuelve turbulento, los campeones encuentran su forma de emerger.