El fútbol, con su drama inagotable, escribió otro capítulo en Goodison Park. Un duelo que parecía sentenciado en 70 minutos terminó en caos, dudas arbitrales y una remontada tan vibrante como insuficiente. Everton y Manchester United firmaron un empate (2-2) que sabe a poco para ambos.
Rúben Amorim veía desde el banquillo cómo su equipo se hundía entre errores y carencias ofensivas. Un Everton impetuoso y valiente lo sometió desde el inicio. Abdoulaye Doucouré fue el motor incansable, un vendaval imposible de detener. Asistió a Beto para el primer gol al 16’ y luego convirtió el segundo con olfato de depredador. Para cuando los ‘Red Devils’ despertaron, la herida parecía irreversible.
Pero el United, en su eterna relación con el sufrimiento, encontró un salvavidas en el balón parado. Bruno Fernandes, el líder en la sombra, dibujó un tiro libre quirúrgico al 72’ para encender la esperanza. Ocho minutos después, Manuel Ugarte cazó un rechace en el área y firmó el empate. Del infierno a la esperanza en un abrir y cerrar de ojos.
Entonces, la polémica. Minuto 93. Un forcejeo en el área entre De Ligt, Maguire y Young. El árbitro Andrew Madley señala penalti. Goodison Park estalla. Pero el VAR, en su habitual aura de misterio, anula la decisión. El partido acaba con frustración y dudas.
Penal para el Everton, ¿qué opinan?
— Nayib MF (@NayibMF) February 22, 2025
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El United sigue varado en la mediocridad, sin rumbo, sin triunfo, dependiendo de individualidades. El Everton, aunque mejorado, perdió la oportunidad de consolidar su renacer. Un partido sin ganadores, solo cicatrices.