Pasalic amarga al Barça y le arrebata el liderato en la Champions

Pasalic amarga al Barça y le arrebata el liderato en la Champions

Un golpe en el último suspiro: Barcelona pierde la corona en la Champions

La escena estaba servida para la grandeza. Un estadio expectante, un equipo con la gloria al alcance y un destino que, en cuestión de segundos, dio un giro inesperado. El Barcelona rozó el liderato de su grupo en la Champions League, pero Mario Pasalic irrumpió con un golpe certero, llevándose consigo las ilusiones azulgranas. El 2-2 en Montjuïc dejó al equipo de Hansi Flick sin el trono que parecía destinado a sus manos, en una noche donde la épica y la desolación caminaron juntas.

Desde el inicio, el partido prometía emociones, aunque pocos imaginaron un desenlace tan vertiginoso. Lamine Yamal, el prodigio de 16 años, fue el primero en hacer temblar la red. Un gol que ponía al Barcelona en la cima del grupo, más aún con la sorpresiva derrota del Liverpool ante el PSV (3-2). Pero en el fútbol, los reyes pueden ser derrocados en un pestañeo.

El brasileño Éderson respondió con un tanto de fantasía, dejando en el suelo a Gavi y venciendo a Szczesny con un disparo inatajable. Fue un recordatorio de que Atalanta no estaba dispuesta a rendirse. Aun así, el Barcelona contraatacó con fuerza. Ronald Araujo, en su noche de renovación, apareció en el área para devolverle la ventaja a los suyos con un cabezazo de manual.

Pero entonces, cuando todo parecía resuelto, llegó el mazazo. Una jugada rápida, un pase quirúrgico de Marten De Roon y la aparición de Pasalic, quien, con sangre fría, colocó el balón entre las piernas de Szczesny. Un suspiro, un latido… y el liderato se esfumó.

La agonía se prolongó hasta el final. Raphinha casi firma un gol olímpico en los últimos segundos, Carnesecchi se convirtió en héroe y el VAR anuló un tanto a Zappacosta que pudo haber cambiado la historia aún más. Pero al silbatazo final, la realidad golpeó sin piedad: el Barcelona, que acariciaba el trono, terminó con las manos vacías.

Los octavos de final esperan, pero ya no como el equipo a vencer. El fútbol no tiene memoria para los que se quedan a medias.