Locura total en el Boca-Benfica del Mundial de Clubes

Locura total en el Boca-Benfica del Mundial de Clubes

Locura, fútbol y descontrol: el Boca-Benfica que incendió el Mundial de Clubes

El Hard Rock Stadium fue testigo de una película que nadie escribió, pero que todos recordarán. Boca Juniors y Benfica firmaron un 2-2 que no se explica solo con goles: hubo drama, expulsiones, polémica, tensión y una identidad futbolística llevada al extremo. Una obra que mezcló a la perfección el ADN argentino más profundo con la supervivencia portuguesa más audaz.

El regreso de Miguel Ángel Russo al banquillo ‘xeneize’ no pudo tener un arranque más vibrante. En solo seis minutos, Boca pasó por encima de Benfica con dos golpes certeros: Miguel Merentiel empujó a la red un centro mágico de Lautaro Blanco tras un caño inolvidable, y Rodrigo Battaglia se elevó en el área para poner el 2-0 con un cabezazo potente. Era una fiesta azul y oro en Miami.

Pero como toda historia que quiere ser grande, necesitaba caos. Y el caos llegó.

Una torpeza defensiva del chileno Carlos Palacios abrió la puerta para que Nicolás Otamendi forzara un penalti. Ander Herrera, lesionado y fuera del campo, perdió los nervios y fue expulsado tras encararse con el árbitro mexicano César Ramos. Ángel Di María no perdonó: transformó la pena máxima con una frialdad digna de campeón del mundo. El 2-1 encendió todo.

La segunda parte fue otra película. Belotti vio la roja por una plancha criminal a Ayrton Costa y, con un hombre menos, Benfica encontró la redención: Otamendi, con historia cruzada por River Plate, cabeceó el empate tras un córner de Orkun Kökçü.

El desconcierto de Boca se convirtió en desesperación. Nicolás Figal, cegado por el momento, se llevó por delante a Florentino Luis y también se fue expulsado. Tres rojas, dos goles por bando y una batalla sin respiro que dejó el Grupo C el Mundial de Clubes más vivo que nunca.

No fue solo un empate. Fue un duelo cargado de símbolos, identidades, fallos y redenciones. Fue el partido que explica por qué el fútbol no es una ciencia exacta. Porque cuando Boca quiso jugar al límite, Benfica supo responder con su propia versión del descontrol.