En París, la noche brilló como si fuera mayo otra vez. El Parque de los Príncipes, todavía impregnado del eco de la primera Champions conquistada hace apenas cuatro meses, se convirtió en el escenario perfecto para un estreno que parecía escrito en guion cinematográfico. El Paris Saint-Germain de Luis Enrique abrió la defensa de su corona con un 4-0 incontestable ante la Atalanta, un marcador que habla de presente, pero también de futuro.
Apenas habían pasado tres minutos cuando la jugada de Fabián Ruiz, esa zurda de seda que vio lo que nadie más, dejó el gol servido a Marquinhos. El capitán, símbolo de resistencia y jerarquía, adelantó a los parisinos con un tanto que retrató la audacia del plan táctico de Luis Enrique. Un detalle lo confirma: el entrenador asturiano, como ya hizo ante el Lens en Ligue 1, vio la primera mitad desde la tribuna de prensa, buscando un ángulo distinto, como si fuera un director observando su obra desde la última fila del teatro.
El vendaval no se detuvo. Achraf Hakimi rozó el gol en el minuto 10 con un disparo al poste, mientras la Atalanta intentaba respirar. Pero cuando el aire regresaba a Bérgamo, apareció Khvicha Kvaratskhelia. El georgiano, apodado “Kvaradona” en Nápoles, recorrió la diagonal como un rayo y disparó seco, imposible para Carnesecchi. El Parque estalló: el PSG ya no solo era el campeón, era el espectáculo.
Kvaratskhelia se casca un golazo y te dibuja un ❤️.#UCL #LaCasaDelFútbol pic.twitter.com/mHeL83g3Uk
— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) September 17, 2025
El descanso no frenó la furia parisina. A los 51 minutos, Nuno Mendes, imparable desde la izquierda, dejó atrás a De Roon y marcó con la sangre fría de un delantero. El 3-0 era una montaña imposible de escalar para los italianos. Ni la entrada de Daniel Maldini, hijo del mito Paolo Maldini, cambió el destino. El partido quedó sentenciado cuando Gonçalo Ramos, en tiempo añadido, firmó el cuarto gol de una noche de superioridad absoluta.
Más allá del resultado, el PSG dejó una señal clara: no importa la ausencia de figuras como Ousmane Dembélé o Desiré Doué. Con Luis Enrique como director y un plantel que no se conforma, el campeón de Europa envió un mensaje directo: su corona no está en alquiler.