Anfield respiraba memoria y emoción. No era un partido más. Era el primero sin Diogo Jota, el delantero portugués que perdió la vida en un accidente de coche en julio y cuyo recuerdo permanecía en cada rincón del estadio. La temporada arrancaba, el campeón estrenaba corona, y la exigencia pesaba tanto como la nostalgia.
El rival no era sencillo. El Bournemouth de Andoni Iraola, revelación del curso pasado, llegó a Liverpool dispuesto a demostrar que su rebeldía sigue intacta. Resistió, contraatacó y, por momentos, puso en jaque a un equipo que parecía tambalearse bajo la carga emocional.
El nuevo Liverpool de Arne Slot había mostrado su poder desde el inicio: Hugo Ekitiké, fichado del Eintracht Frankfurt, abrió la cuenta en el minuto 36 y dedicó su gol a Jota, levantando el dorsal 20 en un gesto conmovedor. Más tarde, Cody Gakpo amplió la ventaja con una acción individual tras asistencia del propio francés. Parecía el guion perfecto.
Pero el Bournemouth no se rindió. Antoine Semenyo, con velocidad y oportunismo, firmó un doblete que silenció Anfield. El empate en el tramo final encendió todas las alarmas. El campeón estaba contra las cuerdas.
Y entonces, como si el fútbol escribiera con tinta de destino, apareció Federico Chiesa. El italiano, casi invisible en su primera temporada con los ‘reds’, entró en el minuto 82 y, seis minutos después, cazó un rechace en el área. Una volea cruzada, imposible para Petrovic. Gol. El 3-2 en el minuto 88. El héroe inesperado en el día más emotivo.
Mohamed Salah was the last player to leave the pitch, joining in with a tearful rendition of Diogo Jota's chant in front of the Kop ❤️ pic.twitter.com/c5Vj4Rfr8C
— Premier League (@premierleague) August 15, 2025
En el añadido, Mohamed Salah puso el broche en una contra letal, pero la historia ya tenía dueño. Chiesa no solo rescató al campeón; reivindicó su lugar en un equipo que parecía no tenerlo en cuenta.
El Liverpool ganó con sufrimiento, pero también con autoridad moral. Porque el triunfo fue más que tres puntos: fue un homenaje a Jota, un mensaje al resto de la Premier y un recordatorio de que en Anfield, incluso en la adversidad, siempre aparece un héroe.