Un resbalón, una condena y el Madrid de siempre
Algunas heridas nunca sanan. Algunas derrotas pesan más que otras. El Atlético de Madrid lleva años enfrentándose a un fantasma que nunca desaparece. Un rival que, sin importar el momento ni las circunstancias, siempre encuentra la manera de doblegarlo. Una pesadilla con nombre y apellido: el Real Madrid.
El Metropolitano rugía, el vestido para la batalla. Era la noche en la que los rojiblancos podían romper sus cadenas, escribir su propia historia y cerrar la cicatriz de tantas noches de sufrimiento. Y todo comenzó como un sueño: apenas 27 segundos y el balón ya estaba en las redes blancas. Gallagher encendió la esperanza con un gol que hizo temblar la capital.
Pero los sueños, en la Champions, se desvanecen en un instante. Y más si enfrente está el Real Madrid. Vinicius falló un penalti, Courtois se convirtió en un muro y el partido se fue a la tanda de penales, esa cruel lotería que el Atlético ha jugado demasiadas veces… y casi siempre ha perdido.
Julián Álvarez lo intentó. Disparó con potencia, la red se movió y el Metropolitano explotó. Pero en el fútbol, como en la vida, un simple detalle puede cambiarlo todo. Se resbaló. Tocó el balón dos veces. El VAR dictó sentencia. Gol anulado. Y la maldición continuó.
El Atleti vio la historia repetirse. Llorente falló, Rüdiger no perdonó y el Real Madrid celebró, otra vez, en la cara de su eterno adversario. No importa cuánto luche el Atlético, cuántas veces se levante. En la Champions, el Madrid siempre es su verdugo.