En Seattle, el Atlético de Madrid ganó… pero no convenció.
La noche era fría, húmeda, y con un ambiente que prometía espectáculo. El Lumen Field rugía con ilusión mientras los Seattle Sounders se enfrentaban a un Atlético herido, aún tambaleante tras la derrota ante el PSG. El Mundial de Clubes apenas arrancaba, pero ya era momento de redención.
Y entonces apareció Pablo Barrios.
Apenas el minuto 11, y el joven canterano soltó un latigazo que rozó el larguero antes de besar la red. Un golazo que apagó los nervios rojiblancos… por un rato. Porque el equipo del Cholo Simeone, aunque ganó 1-3, mostró grietas preocupantes.
Simeone apostó por experiencia en la medular. Koke, como faro de control, impuso el ritmo. El plan: no correr, dominar con calma. Pero entre los huecos defensivos, los errores de Giménez y un inexplicable desconcierto en los despejes, el Atleti se tambaleó más de lo esperado.
Los Sounders, sabiendo que estaban al borde del abismo, olieron sangre. Sus llegadas no eran muchas, pero sí claras. En una de ellas, Albert Rusnák marcó tras un fallo de Le Normand. 1-2.
Por fortuna para los colchoneros, Witsel y Barrios se encargaron de cerrar la historia. El belga marcó de cabeza apenas entrar, y el canterano redondeó con elegancia una actuación que fue mucho más que goles.
¿Resultado justo? Sí. ¿Tranquilidad? No tanto.
El Atlético cumplió. Pero la sensación fue más de alivio que de dominio. Y aunque Seattle está prácticamente eliminado, el Atleti deberá mirar más allá del marcador si quiere aspirar a algo grande en este Mundial de Clubes.