Cuando el fútbol duele: el Valencia se rompe ante un Barça imparable
Mestalla es un templo. O al menos lo era. Anoche, más que un estadio de fútbol, fue el reflejo de una afición agotada, de un equipo desmoronado y de una historia que parece no encontrar su final feliz. El Barcelona llegó, vio y venció. Y lo hizo con una superioridad que rozó la humillación: 0-5 y el pase a semifinales de la Copa del Rey en el bolsillo.
Si hay algo peor que perder, es hacerlo sin competir. Y el Valencia no compitió. Desde el primer instante, los ‘ches‘ fueron un equipo sin alma, sin rumbo y sin respuestas ante un Barça que olió sangre y no tuvo piedad. Apenas iban tres minutos cuando Ferran Torres abrió el marcador tras un pase de Balde. Ni lo celebró, pero su mensaje fue claro: «No olvidemos Valencia», en referencia a la DANA que golpeó la región en octubre. Un gesto noble en una noche donde la nobleza valencianista quedó enterrada en el césped.
Gran postal y gran gesto de Ferran
— Nayib MF (@NayibMF) February 6, 2025
“No olvidemos Valencia” pic.twitter.com/ilanVDTRl1
El 0-2 llegó como un mazazo inevitable. Yamal, estrelló un disparo en el palo, pero Ferran cazó el rebote y no falló. El Valencia, mientras tanto, era un conjunto de sombras. Sin ideas, sin intensidad y, lo peor de todo, sin esperanza.
El 0-3 fue un golpe de realidad. Un pase filtrado de Pedri dejó a Fermín solo ante el arquero. Lo dribló con calma y definió con frialdad. No se había cumplido la media hora y ya no había partido. Había sentencia. La puntilla la puso Ferran con un disparo ajustado que cerró su ‘hat-trick‘ y dejó a Mestalla en un estado de resignación absoluta.
Y entonces, ocurrió lo que nadie quiere ver en casa: la afición se fue. En masa. Minuto 45 y las gradas se vaciaban. No hubo bronca (afortunadamente), ni gritos, solo indiferencia. El peor castigo para un equipo que ha perdido la confianza de los suyos.
El segundo tiempo fue un trámite. Lamine Yamal puso la guinda con el 0-5 tras una jugada individual que, con un poco de suerte, terminó en gol. El Barcelona bajó la intensidad, movió el balón y dejó correr los minutos. Mestalla ya estaba en otra cosa.
El pitido final solo confirmó lo que todos sabían. El Barça sigue adelante, con la ilusión intacta y el hambre de títulos más viva que nunca. El Valencia, en cambio, tiene otro partido que jugar: el de la supervivencia. Y ese, a diferencia de la Copa, todavía lo puede perder.