Fluminense asusta al Dortmund en un 0-0 con sabor a trueno

Fluminense asusta al Dortmund en un 0-0 con sabor a trueno

No hubo goles, pero sí una advertencia feroz.
En el MetLife Stadium, bajo una atmósfera que prometía historia, el Fluminense brasileño exhibió algo más que buen fútbol: mostró que los equipos sudamericanos han llegado al Mundial de Clubes para algo más que competir. Han llegado a dominar. Borussia Dortmund, que parecía uno de los accesibles entre los europeos, vivió una pesadilla disfrazada de empate.

Desde el primer segundo, el ‘Fluzao’ fue un vendaval. Y no importó que su defensa superara los 30 años de edad o que el rival portara la etiqueta de Bundesliga. Jhon Arias, eléctrico, vertical, indescifrable, sacó una amarilla al minuto 2 y probó el arco al 3′. Su velocidad era una llamada difícil de apagar, y desde sus pies nacieron las jugadas que encendieron el pánico en la zaga amarilla.

Fluminense, guiado por la experiencia de Thiago Silva y la intensidad de Canobbio, no tuvo piedad. Presionó, jugó, empujó. Pero en la portería del Dortmund se levantó un muro: Gregor Kobel, que con reflejos de otra galaxia salvó una y otra vez el desastre. Una mano a contrapié ante Everaldo fue, quizá, la mejor postal de un portero que sostuvo a su equipo como pudo.

Borussia Dortmund no encontró jamás su versión. Kovac apostó por calmar el juego con posesión estéril, y aunque no hubo destellos de Adeyemi y Guirassy, fueron luces perdidas en la tormenta brasileña. El debut de Jobe Bellingham, hermano de Jude, fue más titular de prensa que impacto en el campo.

En la recta final, con el empate cada vez más evidente, ambos equipos se refugiaron en el miedo. Sólo Serna, desde el banco, rompió el molde con algunos arranques. Pero ni él ni nadie pudo cambiar un destino sellado desde hacía rato.

¿Conclusión?
El 0-0 no reflejó lo que pasó. Fluminense fue mejor. Dortmund se salvó. Y el Mundial de Clubes ya tiene su primer mensaje claro: los europeos no van a tener un paseo por el parque. Si quieren el trofeo, van a tener que sudar sangre.