Florian Wirtz no necesitó una Copa del Mundo ni un Balón de Oro para conquistar a Europa. Bastó con ver 197 partidos, 57 goles, 65 asistencias y un título histórico con el Bayer Leverkusen. En cada toque, había algo más que calidad: había visión, pausa, inteligencia… el tipo de jugador que no se fabrica, se revela.
Y ahora, el fútbol inglés lo reclama.
A sus 22 años, Wirtz se convierte en el fichaje más caro en la historia del Liverpool: €150 millones, bonificaciones incluidas. Una apuesta colosal. Una jugada con aroma a revolución. El joven alemán llega a un Anfield que aún digiera la era Klopp y empieza a latir con un nuevo ritmo: el de Arne Slot.
Pero esto no es solo una compra. Es un mensaje: Liverpool quiere volver a reinar, y para hacerlo, necesitaba a un director de orquesta. Guardiola lo sabía. El City preguntó, tanteó… pero no igualó la cifra. El Bayern, resignado, solo observó cómo el mayor talento alemán abandonaba la Bundesliga.
Mientras tanto, el Bayer Leverkusen convirtió su mayor dolor en su mayor ganancia. Venden a su estrella, sí, pero no a su némesis, el Bayern. Venden a Europa, como lo hacen los equipos grandes cuando entienden el negocio.
Ahora, la pelota está en los pies de Wirtz. Llegará a compartir vestuario con Salah, con Szoboszlai, con Luis Díaz. La competencia interna será feroz, y la pregunta inevitable: ¿puede adaptarse tan joven, tan rápido, al fútbol más físico del mundo?
Wirtz no solo cambió de equipo. Cambió de liga, de idioma, de presión. Lo que venga a partir de ahora no dependerá de su nombre, sino de su temple. Porque en Anfield no basta con el talento. Allí se exige épica.
Y eso, precisamente, es lo que Liverpool espera de Florian Wirtz: una nueva epopeya.