Olmo lo congeló todo; Román lo detuvo todo

Olmo lo congeló todo; Román lo detuvo todo

Montjuïc fue el escenario de un partido que parecía película. Pero no una de acción constante… sino un thriller con tensión, fallos, y un portero que se volvió villano perfecto para los locales. Leo Román no paraba de detener balones. Paró con manos, piernas, reflejos, y hasta con la mirada. Como si tuviera imán para el balón o una maldición contra el gol.

Y justo cuando el partido parecía entre en una espiral desesperante para el Barcelona, llegó el: Dani Olmo. Un jugador que llegó señalado, como fichaje innecesario. Hoy, un protagonista silencioso que actúa en el momento que otros se nublan.

Minuto 45 de la segunda parte. Controló. Respiró. Y disparó. Por el único rincón posible. El balón esquivó los guantes de un portero que parecía invencible. En Montjuïc, el eco se celebró como final de Champions.

No fue solo un gol: fue una solución. Una llave. Una respuesta a 30 disparos y un asedio que nunca tuvo recompensa… hasta ese instante.

Detrás del gol, una estructura que sigue solidificándose bajo el mando de Flick. Pedri volvió a ser hilo conductor, maestro sin batuta, MVP sin pedirlo. Ansu Fati pidió paso. Y Héctor Fort sumó minutos como quien gana experiencia en un videojuego.

El Mallorca resistió como pudo, con lesiones y sin pólvora. Román fue el faro, pero hasta los titanes caen cuando el destino se cruza con el talento.

El Barça sumó de a tres. Con sufrimiento. Con sudor. Pero también con carácter. Y manda un mensaje: está listo para el Clásico. Y para la Liga.